domingo, 11 de julio de 2010

REAVIVAR EL CARISMA

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Siete Aguas, 30 de enero de 2006, 07h

Tema: Reavivar el carisma

¿Cómo te pagaré todo el bien que Tú me has hecho Señor?

¿Qué te puedo yo dar? Tú conoces los que soy, tómalo

Con este canto, he iniciado esta mañana la oración: con las palabras del Sal 116,12: ¿Cómo te pagaré todo el bien que Tu me has hecho Señor? Y con nuestras palabras: ¿Qué te puedo yo dar? Tú conoces los que soy, tómalo.

Es un salmo, que como muchos, brota de una experiencia histórica de salvación, en la cual la persona que lo compone expresa que Dios intervino en su vida, en un momento particularmente difícil, en el que se hace patente que lo que sucedió tiene su causa en una intervención de Dios. Dios pasó. Dios actuó. Dios trabajó. Dios estuvo a la obra e hizo una obra que despierta en el salmista, amor; amor a Dios; una experiencia fuerte de amor, que quiere reconocerla, confesarla, proclamarla.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante

Porque inclina su oído hacía mí el día que lo invoco.

Yo, al final de estos EE, no tengo otras palabras mejores para expresarme: Amo al Señor. Te amo, Señor. Tú sabes que te amo. No puedo no amarte. Las razones, los porqués son muchos. El primero es porque eres un Dios que escuchas; que escuchaste mi ruego, como siempre; eres un Dios que escuchas, me escuchas y atiendes a mis necesidades.

Lo primero que el pueblo de Israel aprende es el shemá: Escucha Israel. Dios le pide al pueblo que le escuche, que escuche sus palabras. Pero en la medida que lo escucha, aprende que quien escucha verdaderamente es Dios. Shemá, Dios mío. Escúchame, Dios mío.

¡Cuantísimos salmistas han dirigido a Dios estas palabras: Escúchame. Ponme atención, atiéndeme… y cuántos de ellos, pueden también cantar: Te doy gracias porque me escuchaste. Invito agradecer el shemá de Dios… la escucha de Dios es algo inevitable al final de Ejercicios en los que hemos también acentuado la oración de petición.

Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad, y os abrirán, porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren (M 7,7).

Recibiréis más, encontraréis más, os abrirán siempre. Acostumbráos a manifestar a Dios vuestros deseos, vuestras carencias, y decidle que os escuche, y no se dejará esperar. Nuestro Dios nos escucha. Y esto es lo que genera tanta gratitud y amor en nosotros,

Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco. Me envolvieron las redes de la muerte, me atraparon los lazos del abismo, caí en tristeza y en angustia, pero invoqué el nombre del Señor: Señor, salva mi vida!

El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es todo ternura.

El Señor guarda a los sencillos, estaba yo postrado y me salvó.

Alma mía recobra tu calma, que el Señor te ha tratado bien.

El libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.

Caminaré en la presencia del Señor en el mundo de los vivos.

Yo seguía confiando, aunque dijera qué desgraciado soy!

En mi aflicción decía, no se puede confiar en nadie.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

Levantaré la copa de la salvación. Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo el pueblo.

El Señor siente profundamente la muerte de los que los aman.

Señor, soy tu siervo, hijo de tu esclava. Rompiste mis ataduras…

Sal 117,2: Grande es su amor hacia nosotros y la fidelidad del Señor dura por siempre. Aleluya!.

El salmo más breve, que contiene lo fundamental de los himnos o cantos del salmista: alabanza a causa del amor y la fidelidad de Dios.

Sal 118,1-4: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor.

Que lo diga el pueblo e Israel: Es eterno su amor. Que lo diga la estirpe de Aarón: es eterno su amor. Que lo digan los fieles del Señor: Es eterno su amor (su misericordia).

¿Qué pedir?

Comunitariamente, pedir la gracia de reavivar el carisma (2Tim 1,6).

Es tiempo de gracia. De mucha gracia. Dios está a la obra, también en los segundos tiempos, como lo estuvo en los primeros.

Las dos cartas de Timoteo, nos ponen en contacto con la generación no primerísima sino con Pablo, que no era uno de los Doce y con Timoteo, que era de la segunda o tercera generación. Tuvieron grandísimas, terribles dificultades. Estuvieron al borde de desaparecer… Pablo tuvo que soportar gravísimas oposiciones pero afirma:

El Señor me asistió, y me confortó, para que el mensaje fuera plenamente anunciado por mí y lo escucharan todos los paganos. Fui librado de la boca del león. El señor me librará de todo mal y me dará la salvación en su reino celestial. A El la gloria por los siglos de los siglos (2Tim 4,17-18).

2 Tim 1,1-5: La transmisión del carisma de padres a hijos, generación tras generación: Guardo el recuerdo de la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvo tu abuela Loida y tu madre Eunice y que, estoy seguro que tienes tú.

El apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios para anunciar la promesa de la vida que está en Jesucristo, a Timoteo, mi hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de nuestro señor Jesucristo

2 Tim 1,6-14: El consejo de reavivar el carisma: Reaviva el carisma que hay en ti… Dios nos nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación.

No te averguences de dar testimonio…

2 Tim 1,15-18; 4,9-18; 1Tim 1,3-7: Reavivar el carisma en tiempos de claudicaciones

Me gustaría que pidiéramos en este año el don de reavivar el carisma por la gracia de Dios.

2 Tim 3,1-17: En tiempos difíciles y de persecuciones y pruebas.

2Tim 2,1-13; 4,1-6 : Fidelidad al carisma siendo fiel al ministerio.

2Tim 2,22-26: Virtudes que ha de practicar

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