miércoles, 1 de octubre de 2025

Filtra en mis pobres pupilas dos gotas frescas de fe

“Boga mar adentro"
Mi peregrino,  me hizo esta pregunta:
II. ¿Crees en mí?

De inmediato le contesté:
—Sí, Señor… pero aumenta mi fe.

Jesús se dio cuenta de que mis ojos estaban cegados y que no lo había reconocido presente, sobre todo en las situaciones donde el mar está revuelto, donde hay olas que intentan hundirme y tormentas que me asustan.

Creo que me ocurría lo mismo que a los discípulos de Emaús: sus ojos estaban “enseguecidos” y no podían reconocer a Jesús que caminaba con ellos. Entonces le contesté con más decisión:
Creo… pero filtra en mis pobres pupilas dos gotas frescas de fe.

Le hice esta pregunta:
—¿Qué significa tener fe en la etapa que estoy viviendo?

Jesús no me respondió con palabras, pero sí se acercó más a mí y siguió navegando conmigo mar adentro, durante todo el día. Jesús estaba presente, pero quería que yo, como los discípulos de Emaús, me expresara. Dentro de mí todavía había miedos que desconocía.

De nuevo me preguntó:
—¿Crees en el Hijo del Hombre? ¿Crees en mí?

Y yo le contesté:
—Yo creo en ti, Jesús. Creo que nos acompañas en el caminar diario de la vida. Creo que estás presente aunque no te reconozca. Estás en las situaciones de tormenta, aunque ahí me falte fe, confianza, y me invada el miedo. Tengo miedo a las tormentas, a los conflictos; siento que no estás, que duermes en mi barca. Pero es ahí donde tú escuchas mis gritos interiores: “¡Señor, sálvanos!”. Y tú no te molestas porque te pidamos ayuda, sino que es precisamente ahí donde se ve si realmente creemos en ti o no.

Por eso me hiciste esa pregunta tan directa: “¿Por qué tienes miedo, mujer de poca fe?” (Mt 8,26).

Ante esas palabras, empecé a reconocer mis miedos más profundos : miedo a lo que no controlo, miedo a lo nuevo, miedo a vivir con misioneras mayores y que puedan morir. Pero creo que tú, Jesús, tienes el poder de transformar el miedo en valentía, en la capacidad de arriesgarme.

Ese día, navegando contigo mar adentro, te hice una confesión de fe:
—Yo creo en ti, Jesús. Creo que estás presente y nos acompañas en la barca de nuestra vida. Nos das seguridad. Creo que estamos sostenidos por tu resurrección. Creo que estás presente en todas las circunstancias. Por la fe se abre la puerta de la gracia.

Y así, ese día, le hice mi propio credo.







No hay comentarios:

Publicar un comentario