domingo, 11 de julio de 2010

La epifanía de Dios

Siete Aguas, 6 de enero de 2006, 07 h

Hoy celebramos el día de la manifestación de Dios, de la epifanía de Dios a los gentiles representados en unos Sabios de Oriente que vieron la estrella en el oriente y se pusieron en camino para adorarle.

Podemos conmemorar esta fiesta con corazón de niños españoles de mis tiempos, en los que el 5 y el 6 de enero eran inolvidables. Pasábamos el adviento, no encendiendo 4 velas, una cada semana, que tiene mucho significado, sino pensando y redactando la carta a los Reyes Magos, echándola en el buzón de los Reyes, esperando el advenimiento de los reyes, de noche, con sus pajes, y su cabalgata. ¡Qué buenos eran! ¡Nos traían juguetes, les dábamos un abrazo, nos hacíamos una foto y qué alegría!

Esta tradición nos enseñaba desde pequeños, que éramos queridos, por unos tales reyes magos, que eran el símbolo de unos extranjeros super generosos. Venían del lejano Oriente a darnos regalos… A mí me extrañaba que sin conocerme, vinieran a traerme regalos a mí …, sólo por una carta que les escribía al año. ¡Me parecía increíble! Sin mandarles foto, sabían mis medidas, acertaban, sabían lo que me convenía, no lo que pedía exactamente… tanta sabiduría a larga distancia, tanta telepatía… sorprendía a mi pequeña mente… pero me lo creía. Aprendí de pequeña, que al primer Niño que le dieron regalos fue a Jesús, y que desde entonces daban regalos a todos los niños buenos… El asunto es que uno tenía que ser bueno para tener regalos.

Hoy, a la luz de esta celebración, permanecen tres pensamientos que quisiera saborear con Dios en la oración de este día:

- la epifanía amorosa de Dios

- el itinerario espiritual de adoración del Niño

- la ofrenda de los propios tesoros

  1. La epifanía amorosa de Dios.

Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, ni mucho menos,

la menor entre las ciudades principales de Judá,

porque de ti saldrá un jefe

que será pastor de mi pueblo, Israel. (Mt 2,6).

En estas palabras, tomadas del profeta Miqueas, se cumple la promesa de una profecía por la cual, este profeta, inspirado por el Espíritu, intuye, ve y afirma que de Israel nacerá un Salvador para la humanidad entera:

Será el Soberano de Israel,

que será dado a luz por la que ha de darlo a luz,

que pastoreará con la fuerza del Señor y con la majestad del nombre del Señor su Dios a las naciones,

y extenderá su poder hasta los confines de la tierra.

El será la Paz (Miq 5, 1-4).

Las naciones interesan a nuestro Dios. Dios quiere manifestarse por medio de Israel a todas las naciones. El quiere ser el Dios de toda la humanidad. Nuestro Dios Padre, creador de cielo y tierra, creador del hombre y de la mujer, origen, principio y fin del género humano, quiere darse a conocer a la humanidad entera, de todos los tiempos. Y para ello, habla muchas veces y de muchas maneras. Se manifiesta a través de las palabras de profetas y de sabios, pero al llegar la plenitud de los tiempos se manifiesta enviándonos a su propio Hijo, luz y salvación para todas las gentes, para la humanidad de todas las latitudes y de todos los tiempos.

Así lo expresa la Constitución Dogmática Dei Verbum Nº 4:

Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, “últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo”(Hb 1,1-2).

Pues envió a su Hijo, es decir, la Palabra eterna que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios (cf. Jn 1,1-18);

A la luz de estas palabras, saboreemos en este día la manifestación amorosa de nuestro Dios, su epifanía.

Es una fiesta en la que celebramos el que Dios se da a conocer, habla. Habla por su Hijo visible, manifiesto, epifánico. Mirémosle, acerquémonos a este Niño enviado por el Padre, por nuestro Padre.

Enviado ¿a quién? Enviado a todos los hombres.

Enviado ¿cómo? como Palabra eterna, que ilumina a todos los hombres.

Enviado ¿Para qué? Para que hable a todos.

Enviado para que viviera entre los hombres y les manifestara los secretos de Dios.

Si pudiéramos entrar en esta dinámica de la manifestación amorosa del Padre en el Hijo.

Si pudiéramos festejar con magnanimidad esta fiesta! Con corazón de niños! Con capacidad de sorprendernos del don de la manifestación amorosa de Dios.

Tomar, mentalmente, al Niño en nuestras manos, ponerlo ante nuestros ojos, besar al Niño misionero, al Misionero de la gentilidad, de la humanidad, de todos los hombres del planeta.

Niño misionero, Hijo de Dios misionero ad gentes, mándame contigo a ellos, por los que Tú has venido. Pon en mi corazón la semilla del amor universal. Dame pies misioneros, boca de profeta,

Hoy, preciosa fiesta misionera. Preciosa instauración de la manifestación universal de Dios. Hoy, día de la misión universal de Dios y mía. Hoy, un día de envío de Dios al Salvador. Hoy, un día de arrodillarme ante el Salvador de la Humanidad, y un día de prestarme a continuarle en esta misma misión epifánica. Mi vida es para que Dios se manifieste a los que todavía no le conocen.

Perdóname Señor. Disculpa mi poca vena misionera, perdóname por no tener en mi corazón a todos los pueblos, a todas las gentes que no te conocen. Perdóname, mi Amor, por no amarte visionariamente, por no ponerme al servicio de tu epifanía, de tu deseo de manifestarte, de hablar, de darte a conocer.

Discúlpame, Niño misionero, Dios misionero, alma misionera, mirada misionera, sonrisa misionera, corazón misionero, Amor misionero, Germen de mi misión, génesis de mi misión. Pon en mí, en este día una profunda sintonía contigo y con la razón de tu venida al mundo, Salvador de la humanidad. Manifiéstame que a través de mí, quieres hoy, manifestarte al mundo.

Me acerco a ti. Respiro paz

Y en el silencio, surge una pregunta: ¿Por qué?

¿Por qué estás ahí? Pequeño y frágil, y te acercas a mí

Aún no te entiendo, dime por qué.

Mi razón eres tú. Tú mi por qué.

Mírame en estas las pajas, hecho un Niño por ti.

Mírame en un trozo de pan, y en esta cruz,

todo esto por ti.

Esta es la epifanía amorosa de Dios. El hombre, y yo entre ellos soy la razón de la epifanía amorosa de nuestro Dios.

Este Niño en brazos de su madre, adorado por María quiere ser conocido por toda la humanidad.

El se manifiesta a estos extranjeros de otras religiones, de otras etnias, de otras culturas, hombres sabios buscadores de la Verdad de Dios, de la bondad de Dios, de la Palabra de Dios.

Entraron en la casa y vieron al niño con su madre María y lo adoraron postrados en tierra.

Madre, dame un corazón misionero universal. ¡Cómo me gustaría ser la estrella que ponga en camino a muchas personas y guiarlas hasta que te encuentren a ti y al Niño, y postrándose le adoren.

Madre, testigo de la epifanía de Dios, pon en mi corazón la urgencia de la manifestación de Dios a todas las gentes que pueda, a las más que pueda.

Sigue Dei Verbum 4:

Jesucristo, pues, la Palabra hecha carne “hombre enviado a los hombres”, “habla palabras de Dios”(Jn 3,34), y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió (Jn 5,36, 17,4)

Por tanto, Jesucristo, ver al cual es ver al Padre, (Jn 14,9), con su total presencia y manifestación personal con palabras y obras, señales y milagros, y sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa entre los muertos, finalmente con el envío delEspíritu de verdad completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive Dios con nosotros para liberarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.

Is 60,1-6

Levántate y resplandece, Jerusalén, que se acerca tu luz y la gloria de Yahve amanece sobre ti.

Es verdad que la tierra está cubierta de tinieblas y los pueblos de oscuridad, pero sobre ti amanece el señor y se manifiesta su gloria.

Alza la vista en torno a ti y mira, todos se reunen y vienen a ti. Tus hijos llegan de lejos a tus hijas las traen en brazos. Al verlo te pondrás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón porque… te traerán los tesoros de las naciones

Is 52,7-10

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